viernes, 24 de abril de 2015

Sant Jordi 2015 (segunda parte)

Debo admitir mi ignorancia en este aspecto, pero no sé como se vive el día del Libro en el resto de España. Siempre he imaginado que debe de ser muy parecido a como lo celebramos aquí, aunque puede que me equivoque.

El ambiente en la Rambla a las diez de la mañana
En Cataluña, la diada de Sant Jordi se vive en la calle. En la mayoría de pueblos y ciudades catalanes, se organizan ventas masivas de libros y rosas, una tradición muy nuestra. Por lo general, suele llevarse a cabo en un lugar céntrico y populoso. En el caso de mi ciudad natal, Sant Feliu de Guíxols, se celebra en la Rambla.

Otra vista de la Rambla de Sant Feliu de Guíxols
Allí se congregan libreros, asociaciones locales -que aprovechan la ocasión para darse a conocer y recaudar fondos-, y este año, además, partidos políticos en precampaña electoral. Y, por supuesto, autores.
Especialmente, autores locales, con los que tuve el placer de charlar e intercambiar impresiones.

Justo la tarde anterior, la Biblioteca Octavi Viader, en colaboración con el ayuntamiento, había organizado un encuentro entre los autores de la zona. Esta ha sido la primera vez que he asistido a uno de estos encuentros, y mi sorpresa ha sido mayúscula cuando he descubierto que somos muchos más de lo que suponía. Algunos de ellos llevan años publicando; otros, como yo, están haciendo sus primeros pinitos. Pero todos nosotros compartimos una pasión: la escritura. 
Cartel de la "Revetlla" de Sant Jordi
Fue muy agradable poder hablar con todos ellos, y descubrir que, esto de la escritura, no tiene edad. Baste decir que el más joven tenía dieciocho años, y el mayor, setenta y cinco. Pero todos ellos tenían algo interesante que aportar. Parece mentira cuántas cosas tenemos en común, sin importar nuestra edad o nuestros orígenes. Algunos proceden del mundo del periodismo, otros, de la enseñanza, y los hay que, como yo, tienen vidas aparentemente ajenas al mundo de la cultura. Pero todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sentido el mordisco del gusanito de la literatura, y eso nos hermana en cierto modo. Ojalá recordase el nombre de todos ellos para poder nombrarlos aquí, pero mi memoria ya no es lo que era, y puesto que no quiero dejarme a nadie en el tintero, prefiero no mencionar a ninguno.

Pero iba a hablaros de mi primera experiencia en un Sant Jordi, y eso voy a hacer. Como tenía previsto, dejé mi novela a un par de librerías de la zona para que pudiesen ponerla a la venta y darla a conocer entre sus clientes.
Mi novela, entre otras obras de autores locales.
Es difícil explicar, para quien nunca ha vivido una experiencia como esta, lo que se siente al ver tu obra por primera vez al alcance del público. Es una mezcla de orgullo, satisfacción -ahora entiendo los mensajes de navidad del rey- y terror absoluto. Todas tus dudas te asaltan cuando finalmente te das cuenta de que tu libro se encuentra expuesto al escrutinio de los lectores, que deciden, tras echarle un vistazo, si vale la pena invertir en él lo que cuesta. 
No os negaré que, en un par de ocasiones, sentí que se me anudaba el estómago al ver que, tras leer la trama y hojearla un poco, la devolvían a su lugar. Pero eso sólo me ocurrió las primeras dos -o cuarenta- veces. "Lo importante", me decía en cada ocasión, "es que empiece a ser visible". Pero, por dentro, pensaba: "no voy a vender ni uno..."
Mi libro junto al de Ken Follett. ¿Se puede pedir más?
Aquí es donde entran en juego los mejores amigos de un autor novel: las redes sociales. Durante la semana previa al lanzamiento de mi novela, me dediqué a lanzar una campaña agresiva -para mí, que no estaba muy acostumbrado a usarlas-, bombardeando Facebook y Twitter con mensajes promocionando mi obra.
Es cierto que los primeros lectores de un autor desconocido son su familia y sus amigos, y todos los que compraron mi novela el primer día eran una cosa u otra, pero son ellos quienes van a dársela a conocer a sus amigos, y estos, a los suyos. El boca-oreja es la mejor publicidad. Pero insisto, para todos aquellos que acaban de empezar, las redes sociales son nuestra mejor arma.

Yo, drdicando un libro
Y por fin llegó el momento de dedicar mi primer libro. Quien lo compró fue una buena amiga mía. Para que entendáis lo nervioso que estaba, os diré que, pese a conocernos desde hace más de veinticinco años, escribí mal su nombre en la dedicatoria (lo siento, Elena). Suerte que ella no me lo tuvo en cuenta.
Lo bueno de vivir en una ciudad pequeña, es que mucha gente te conoce. La mayoría ni siquiera sabe que eres escritor -me encanta como suena eso-, y la mayoría reaccionan con sorpresa. Todos te desean buena suerte, aunque pocos deciden invertir en ti. Supongo que uno no escribe siempre al gusto de todos. Por suerte, muchos otros venían expresamente en busca de mi libro. A todos ellos, Gracias. Gracias por confiar en mí. Vosotros sois quienes hacéis posible que siga deseando escribir. Sois mis lectores y mis mecenas.

Para un autor desconocido como yo, cuya novela salió a la venta apenas un día antes de la festividad de Sant Jordi, puedo darme por satisfecho. Las ventas fueron mejores de lo esperado, y esto es solo el principio. Espero que, cuando finalmente pueda llevar a cabo las presentaciones que tengo previsto hacer, mucha más gente pueda llegar a conocernos a mí y a mi obra. Tengo varias en mente, una de ellas en Sant Feliu de Guíxols (gracias a la ayuda y el apoyo de mi amiga Marce, de la librería Nobel y a David, el responsable de la biblioteca municipal Octavi Viader i Margarit), otra en Santa Cristina d'Aro, y otra en la librería Cómplices de Barcelona; y esas son sólo tres de ellas. Os iré informando a medida que vayamos concretando las fechas.

Hasta entonces, os invito a buscar mi libro en una de las librerías en las que está disponible (aquí encontraréis los enlaces). O también podéis solicitarlo directamente en mi página de Facebook, a través de mensaje privado.
Que tengáis una buena lectura.

David Sandó



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